Hace casi veinticinco años publiqué este artículo sobre el problema de la libertad en nuestro país y porque parece que fuera ayer y nada haya cambiado lo vuelvo a publicar.
La democracia totalitaria, el oligopolio de los dos partidos turnantes, la partitocracia que rompe con la triple división de poderes (1. ejecutivo, el gobierno; 2. legislativo, las cortes; y 3. Judicial, los jueces), al quedar todos en las mismas manos, en poder único del gobierno, se acaba con la libertad y el Estado de derecho. Es el triunfo del comunismo, disfrazado de democracia.

Los límites de la Libertad
Se suele decir que la libertad de cada individuo acaba donde empieza la de los demás, y se critican los excesos en ciertas conductas diciendo que el abuso de la libertad deviene en "libertinaje".
Un gran personaje histórico, Lenin, se preguntaba :" ¿libertad, para qué?", sin duda pensaba que era la sociedad su preocupación y no el individuo.
Me preocupa el hecho de que nuestros políticos hablen de "libertades" (un régimen de libertades) en plural, y no en singular, porque el singular es genérico y lo abarca todo y las libertades son, en todo caso, "parcelitas" de libertad. Y además, eso demuestra que la libertad de cada persona se entiende "dentro de un orden"; y quienes construyen ese "orden" establecen los límites de la libertad, las reglas de juego del sistema.
Sin duda, la libertad casi absoluta, quien la tiene, es el poder, y a los ciudadanos se nos deja la suficiente para poder contribuir al sistema. Así, se nos bajan los intereses para que podamos pagarnos la casa, no ya en diez años como la generación anterior, sino en veinte o treinta; eso sí, nos podemos gastar nuestro salario de una forma o de otra. Podemos casarnos ahora bien, siempre que nuestra pareja tenga también trabajo. Podemos ir de vacaciones, siempre que renunciemos a cambiar el coche, o a amortizar el préstamo de la caravana. Tendremos que hacer meses de cola para hacernos una radiografía si no vamos al médico pagando. Tendremos que tener a todos los niños en la escuela hasta los 16 años, aunque cuando salgan ya sabemos que tendrán que estar dos años más aprendiendo un oficio hasta empezar a trabajar. Tendremos que mimetizarnos con el ambiente y decir a todo amén si no queremos que nos señalen con el dedo...
La verdad es que nuestro mundo está hecho a la medida de unos cuantos, siempre poseedores de miles de millones o en vías de conseguirlo. Antes fueron las monarquías absolutas, donde todo el poder estaba en el rey; después las repúblicas o las monarquías constitucionales repartieron el poder entre el presidente (o el rey) y el gobierno. Durante buena parte del siglo anterior y del actual, el poder civil, cuando se volvía inoperante, era sustituido por el militar (las llamadas dictaduras); pero actualmente éste ha sido desactivado, prácticamente en todo el mundo desarrollado, por la vertebración de un ejército internacional (la OTAN) y el poder civil, revestido de democracia, ha ocupado todos los flancos; aunque diversificado en poder ejecutivo, legislativo y judicial. Todo es uno y lo mismo porque los tres se eligen entre sí con arreglo al porcentaje (cuota) de cada partido.
Esta división tripartita establecida en la Francia de la revolución de 1789 por Montesquieu, es hoy una mera formalidad. En España, casi toda la tarta se la reparten dos grandes partidos. Por decirlo con otra metáfora, la tercera pata de la mesa fue el partido comunista (hoy Izquierda Unida) y la cuarta, los partidos nacionalistas o regionalistas. Así, como decía Carrillo, la democracia viaja mejor con cuatro ruedas que con dos. Se hizo un ley electoral que configuraba este mapa de partidos y excluía cualquier otra alternativa.
De este modo, inquietudes éticas que afectan a cientos de miles de ciudadanos no pueden ni tan sólo aflorar a la sociedad, porque estos partidos, que poseen además el cuarto poder moderno de los medios de comunicación, tapan todos los resquicios y lo impiden absolutamente.
Imaginemos cuántos partidos políticos tendrían cabida en torno a temas específicos como el de la defensa de la lengua materna; o en torno a personalidades que fueron apartadas de la vida pública por ser demasiado especiales. Nuestra vida social merecería la riqueza de un pluralismo de diez o doce partidos. El esquema actual de nuestra democracia con dos ruedas pequeñas y dos grandes se asemaja al torpe vehículo de un minisválido; cuando hoy lo que aspiramos a tener es un tren y de alta velocidad.
Pero la colmena social está así controlada y nada escapa a las previsiones del sistema que lo programa todo: hay que pedir permiso para casi todo; los ayuntamientos nos montan fiestas, compran casas y más casas, con nuestro dinero siempre. Entre ellos y los partidos gestionan la Educación, Los Hospitales, las Cajas de Ahorros, los Centros de Cultura,las Televisiones; borran la frontera de lo público y lo privado porque están en todas partes; gestionan a su albedrío la vida de todos. Hacen y deshacen continuamente, obras multimillonarias, en nombre de una supuesta utilidad social, que luego, al cabo de cuatro días resulta que no era tanta, porque vuelven a reformar lo hecho antes.
Quiero acabar lamentando, como hacía unos días atrás Joan Perucho, que en un diario encontremos veinte pág. dedicadas al opio del pueblo que es el deporte y sólo tres o cuatro a la cultura. Eso lo explica casi todo.
Terrassa, a 9 de Diciembre de 1998